Para: Kathy Ann con amor.
Junio 2023, Italia.

Marcaba tres décadas del baile poético de la vida. Anhelando un tapiz de momentos, un lienzo por explorar. Tras un año de tormenta, busqué refugio en un apartamento alquilado, en la colonia Condesa de la Ciudad de México, donde los secretos susurraban en las mismas paredes.

La dueña del apartamento vivía lejos, en el corazón de Italia, su alma unida a los recuerdos de su padre. Él, el eterno inquilino, había grabado su vida en la esencia misma de ese hogar. La nostalgia había mantenido la puerta cerrada, pero cuatro años después de su partida terrenal, ella cedió y confió el espacio a nuevas historias.

Topé con su anuncio, un suave toque del destino, y pronto nos encontramos en un delicado intercambio desde la lejanía. Una comprensión silenciosa floreció, y su invitación trascendió las palabras. El apartamento llevaba el legado de su padre: sus muebles, las tazas manchadas de café y las flores que una vez plantó. Pareciese que fue apenas ayer cuando partió. A través de estos objetos, toqué el eco de su presencia.

Nuestras palabras tejieron un tapiz de conexión. Luego, como si estuviéramos guiados por un guión, ella me invitó a conocerla a Italia, una desconocida pero no del todo. Acepté, y en esos días, compartimos un espacio y una existencia efímera. A través de mi lente, capturé su esencia, preservando un recuerdo de nuestro encuentro fugaz.

En ese breve peregrinaje, recopilé fragmentos de su mundo. El ritmo de su voz, el aroma de su santuario, la sabiduría entre las páginas de sus libros y el amor que prodigaba a su fiel compañero perro. Estos momentos, como versos en un poema no escrito, quedaron grabados para siempre en el tesoro de mi alma.

Anterior
Anterior

liberándome de las sombras

Siguiente
Siguiente

Vislumbrar